Por Sagrada familia de Nazaret se conoce en la religión católica a la familia de Jesucristo: Jesús, María y José.
La Sagrada Familia es la fuente de la espiritualidad para toda familia humana y de la Iglesia. En otras palabras, es la Familia de las familias de Dios.
El Niño Jesús con su Madre María y con San José son un icono familiar sencillo, pero sobre todo luminoso. La luz que irradia esta familia es luz de misericordia y de salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre, para la familia humana y para cada familia. Esta luz que viene de la Sagrada Familia nos anima a ofrecer calor humano en aquellas situaciones familiares en el cual, por diversos motivos, falta la paz, falta la armonía y falta el perdón.
La fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José
Se celebra el domingo después de Navidad. Es una fiesta que surgió a partir del siglo XIX en Canadá, y pasó luego a toda la Iglesia. El Papa León XIII (1810-1903) en su breve apostólico Neminem Fugit de fecha 14/VI/1892, presentó los fundamentos teologales y la importancia piadosa del fervor a la Sagrada Familia, instituyendo su celebración en las semanas sucesivas a la solemnidad de la Navidad. Administrativamente, en el año 1893 se encuadró en la Liturgia Católica, con el propósito que las familias tuvieran un referente en el que sostenerse, para resistir la descomposición familiar y la pérdida de sentido y valores producidos por las mutaciones sociales y económicas de la época.
Su Santidad pretendía transferir un espejo evangélico de vida, bondades hogareñas y de unión en el amor, para que, ante las pruebas de esta vida, las familias cristianas pudieran sentirse animadas por la eterna compañía de Dios y de la Sagrada Familia de Nazaret.
Contexto de la Sagrada Familia
La Fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret pone de manifiesto que para los cristianos no es únicamente una realidad cultural, social y antropológica, por encima de todo, es una certeza teológica. Es decir, concierne al plan que Dios ha previsto para los hombres en la Tierra, paradigma de una escuela de santidad, donde José, María y Jesús hacen la voluntad del Padre y viven exclusivamente para Dios. Esta es la lección magistral que nos transmiten.
Si el Hijo de Dios nació y vivió en una familia, era sencillamente para consagrar la morada natural y hacer de ella un camino que le llevara a Dios. Porque, ante todo, la familia es el recinto idóneo donde se ilumina la vida humana. Y Jesús, pasó la mayor parte de su vida en su casa con sus padres. Familia llana, pobre e inadvertida en la que se fragua el más grande de los valores habidos de la Historia Mundial: donde, todo es sin límites y en total consonancia con el Amor de Dios, esta es la Casa de la Trinidad: el Mesías prometido por Dios, no podía nacer alejado ni distante de la Sagrada Familia de Nazaret con la misma esencia divina de las tres personas: Padre, Hijo y Espíritu.
Reflexionando en el contexto y proceder en el que tuvo que vivir la Sagrada Familia de Nazaret, no es difícil vislumbrar los enormes obstáculos que tuvieron que afrontar José y María, para asumir el misterio de la vida que se generaba en el seno de la Virgen.
María dijo “Sí” a la concepción que Dios le indicó, aun siendo consciente de los sufrimientos que le ocasionaría a José. Experimentando la inquietud por su esposa, pero creyendo que Dios que les había dado aquella vida, se encargaría de protegerla.
José, hombre justo, no queriéndola traicionar a María, decidió repudiarla en secreto. Nada más tomar aquella decisión, como lo describe el Santo Evangelio de San Mateo 1, 20-21, se le apareció el Ángel del Señor en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Es indiscutible que José y María aceptaron la vida como un don de Dios y la salvaguardaron en la fe. No bastaba con admitir y dar a luz la vida, mismamente, se requería que esta familia fuera escuela y santuario en la que el Niño se cultivara en el amor y respeto de los valores humanos y piadosos.
La familia de Jesús se enraizó en Nazaret, un pequeño pueblecito sin apenas popularidad. Expresar la terminología “nazareno” se asemejaba a declarar “un don nadie”. Igualmente, “nazareno” evoca el voto “nazareo”, que es una persona sagrada. Dichos denominadores se superponen en el talante de Jesús: el “don nadie” que nos ofrece el sentido de la vida y el “sagrado”, que cargó con nuestras culpas para devolvernos a la libertad y a la dignidad humana. Es en este techo de Nazaret donde Jesús aprendió con y de sus padres a hablar e implorar con la oración.
Desde la fe, todo lo que confluye en esta Familia es santo: José, es padre adoptivo y casto; María, es la Virgen Santísima y Madre de Dios; y Jesús, es el Hijo de Dios. Conteniendo la santidad, pureza y perfección del Ser divino; es como si Dios pretendiera darse a saborear en esta pequeña familia.
El tiempo de Navidad nos ofrece todos los años la oportunidad de celebrar a la Sagrada Familia. Una fiesta hermosa que celebra también a toda familia humana, «sueño de Dios para su amada creación» (Papa Francisco).