Maximiliano Kolbe

Maximiliano Kolbe

Maximiliano Kolbe murió en Auschwitz el 14 de agosto de 1941.

Para la Iglesia católica es un santo, un mártir de la fe. Para los judíos, un héroe de la Segunda Guerra Mundial, uno de los 25.685 reconocidos por el Estado de Israel como «justos entre las naciones».

Nacido en 1894 en la ciudad polaca de Zduńska Wola, Kolbe fue bautizado como Rajmund. Su familia era inmensamente devota de la Santísima Virgen y cada año llevaba a sus hijos en peregrinación al santuario nacional de la Virgen de Chestokowa. El hijo heredó de sus padres un gran cariño por la Madre de Dios.

Cuando era pequeño tuvo un sueño en el cual la Virgen María le ofrecía dos coronas, si era fiel a la devoción mariana. Una corona blanca y otra roja. La blanca era la virtud de la pureza. Y la roja, el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas. Un domingo en un sermón oyó decir al predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un seminario. Le agradó la noticia y con su hermano se dirigió hacia allí.

Se incorporó a la Orden de los Frailes Menores Conventuales en 1907. Cinco años después, se trasladó a Roma. Fue allí donde, en 1914, asumió el nombre religioso de Maximiliano Maria Kolbe. Se licenció en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, pero también estudió seriamente matemáticas, física, química, varios idiomas y teología.

Fue ordenado sacerdote en 1918. En ese momento, su salud era mala; un año antes, le habían diagnosticado tuberculosis y los episodios de neumonía comenzaban a repetirse. Durante este período en el que vivió en Italia, fundó, junto con otros jóvenes religiosos, un movimiento llamado Milicia de la Inmaculada. La idea era difundir la fe católica, especialmente a través de Nuestra Señora, mediante la oración y la difusión de una medalla considerada milagrosa.

En 1919, Kolbe obtuvo el permiso de sus superiores para regresar a su Polonia natal. Se instalaría en Cracovia como profesor en el seminario franciscano. Y, al mismo tiempo, actuaría como impulsor del movimiento del que había sido uno de los creadores. Fundó en Japón otra institución semejante, con éxito admirable.

El padre Maximiliano entre viajes al hospital para tratar los problemas derivados de su enfermedad de tuberculosis, fundó una revista llamada Rycerz Niepoklanej, algo así como Caballero de la Inmaculada, en español. La publicación alcanzó tiradas de más de 60.000 ejemplares. y otro «El Pequeño diario»

Sacerdote y dueño de medios de comunicación, con espíritu crítico y alma solidaria. Eso lo puso en el radar de los nazis.

Polonia tenía 10.217 sacerdotes, de los cuales 3.646 fueron arrestados y llevados a campos de concentración; 2647 fueron asesinados por los nazis.

Se trasladó al Japón y allí fundó una revista católica que pronto llegó a tener 15.000 ejemplares. Un verdadero milagro en ese país donde los católicos casi no existían. En la guerra mundial la ciudad de Nagasaki, donde él tenía su imprenta, fue destruida por una bomba atómica. A su imprenta no le sucedió nada malo.

Durante la ocupación nazi recibió a mucha gente en Niepokalanów, brindaba comida y refugio. Él y otros franciscanos lideraron una buena parte de la iniciativa allí (de la resistencia polaca a los nazis. Después de muchos interrogatorios, Kolbe fue arrestado por la Gestapo -la policía secreta de los nazis – el 17 de febrero de 1941. Fue encarcelado en Pawiak, famosa prisión construida en 1835 en Varsovia. El 28 de mayo, en compañía de otros 320 prisioneros, fue trasladado al campo de concentración de Auschwitz. Trató muy bien a los soldados nazis. Les dio la medalla milagrosa (de Nuestra Señora), con la esperanza de que se pudieran convertir.

Kolbe entró en Auschwitz como una misión de fe. Les dijo a sus compañeros que era necesario tener compasión y rezar por los nazis. Recibió el número 16.670. Era una época en la que en el campo vivían unos 8.000 prisioneros, lo que nos permite concluir que la otra mitad ya no había sobrevivido al horror nazi.

En ese momento, el campo de concentración aún no tenía una estructura, ni como un espacio organizado para trabajos forzados ni como un lugar para asesinatos masivos. Aún no existía allí una organización laboral para explotar la mano de obra de los presos, ni el espantoso uso de la cámara de gas.

El sacerdote cantaba, rezaba y nunca dejaba de responder, incluso en las peores condiciones, a quien acudía a él para pedirle una confesión o un consejo. También hay relatos de supervivientes de que en repetidas ocasiones no comía y pasaba su ración a quienes tenían más hambre.

En julio de ese año, 1941, se produjo una fuga y tres presos lograron escapar. El oficial nazi Karl Fritzsch (1903-1945), a cargo del campo, ordenó que diez personas elegidas al azar entre los reclusos fueran condenadas a muerte, como represalia, para enviar un mensaje de que eso no podía repetirse. Hicieron el sorteo 1-2-3-4…9…10 y al que le iba correspondiendo el número 10 era puesto aparte para encerrarlo en un sótano donde moriría de hambre. De pronto al oírse un 10, el hombre a quien le correspondió ese número dio un grito y exclamó:

«Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?».

En ese momento el padre Kolbe miró a Fritzsch a los ojos y argumentó, en perfecto alemán, que le gustaría pedir un deseo, que le gustaría morir en el lugar de ese hombre que lloraba por su familia.

El oficial le responde: ¿Y por qué?

– Él tiene esposa e hijos que lo necesitan. En cambio, yo soy soltero y solo, y nadie me necesita.

Al principio Fritzsch parecía irritado y trató de juntar al sacerdote con los otros presos sin liberar a Gajowniczek, el preso que lloraba. Luego reflexionó y terminó sacando al judío del grupo, con una violenta patada. Los que lo presenciaron dijeron que fue un hecho milagroso. Años más tarde, Gajowniczek dijo que «sólo podía intentar agradecerle con los ojos». «Me quedé atónito y apenas podía entender lo que estaba pasando», comentó. «La inmensidad de todo esto: yo, condenado, iba a vivir porque alguien más ofreció voluntariamente su vida por mí. Un extraño”.

El prisionero Kolbe fue llevado con sus otros 9 compañeros a morir de hambre en un sótano. Aquellos terribles días fueron de angustias y agonías continuas. El santo sacerdote animó a los demás y rezó con ellos. Poco a poco fueron muriendo los demás. Y al final después de bastantes días, solamente quedó él con vida. Como los guardias necesitaban ese local para otros presos que estaban llegando, le pusieron una inyección de cianuro y lo mataron. Era el 14 de agosto de 1941.

El testimonio de san Maximiliano Kolbe es uno de los más bellos y nos remonta a la época en que Jesucristo estaba entre nosotros entregando su vida para nuestra salvación.

Especialmente en Polonia, su vida sigue siendo celebrada y recordada. En 1971, el papa Pablo VI (1897-1978) lo beatificó. Juan Pablo II (1920-2005) completó el proceso de canonización, en 1982, colocándolo en el santoral de la Iglesia católica el día 14 de agosto día de su muerte.

El papa Juan Pablo II (1920-2005) se refirió a él como «un santo de nuestro difícil siglo». El sargento del ejército y miembro de la resistencia judía en Polonia, Franciszek Gajowniczek (1901-1995) repitió hasta el final de su vida que gracias a él se había salvado de ser una de las víctimas del Holocausto.

En este gran santo sí se cumple lo que dijo Jesús: «Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce mucho fruto. Nadie tiene mayor amor que el que ofrece la vida por sus amigos».

Quiera Dios concedernos el espíritu y fortaleza de S.Maximiliano Maria Kolbe.

Si quieres visitar los lugares donde vivió y murió este gran santo ven con nosotros en nuestra peregrinación: “Tras los pasos de San Juan Pablo II»

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