Las siete Iglesias del Apocalipsis
El Apocalipsis fue escrito por el Apóstol Juan. En los capítulos 2-3, escribe a siete iglesias que existían en los días en que escribía las páginas de este libro. Estas tienen, además, un significado espiritual tanto para los creyentes como para la iglesia de la actualidad.
Los mensajes a las siete Iglesias representan las siete épocas distintas de la vida de la Iglesia. La primera es la Iglesia apostólica y la séptima es la Iglesia escatológica.
El primer objetivo de estas cartas que podemos leer en la Biblia, era darles fraternal corrección. También es posible asignarles otro propósito: usar las siete iglesias para visualizar siete diferentes períodos en la historia de la Iglesia.
Mapa de las 7 iglesias del Apocalipsis
¿Cuáles son las 7 iglesias del Apocalipsis?
Éfeso, Esmirna, Pergamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. (Interpretar la palabra «Iglesia» como la Iglesia local como una diócesis.)
San Juan comienza su revelación con las palabras:
«Juan, a las siete Iglesias de Asia. Gracia y paz a vosotros de parte de «Aquel que es, que era y que va a venir», de parte de los siete Espíritus que están ante su trono, y de parte de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el Príncipe de los reyes de la tierra». Apocalipsis,1,4-5
1. La Iglesia de Éfeso del Apocalipsis
Éfeso significa deseada o primer amor. Era un centro religioso y comercial de la antigüedad, rico e importante, situado en la costa occidental de Asia Menor, casi enfrente de la isla de Samos en la costa occidental de la actual península de Anatolia, Turquía. Éfeso estaba edificada en las laderas y al pie de varias colinas, las principales de las cuales eran el monte Pion y el monte Koressos. Este puerto se encontraba en la ruta comercial principal que iba de Roma al Oriente, y en él confluían también las rutas comerciales terrestres de Asia Menor debido a su proximidad a la desembocadura del río Caistro y las cuencas de los ríos Gediz (antiguo Hermos) y Menderes (antiguo Meandro). Había carreteras que enlazaban Éfeso con las principales ciudades del distrito de Asia. Era un verdadero emporio por donde pasaba el comercio de Roma y Grecia con las provincias más orientales del Imperio. Tenía un teatro con capacidad para 25.000 personas. El apóstol Pablo pasó muchos años de su vida en Éfeso.
La Iglesia de Éfeso, recibe un hermoso elogio y una grave amonestación, era como una máquina funcionando correctamente, pero había perdido su motor, aquello que es vital para seguir el primer amor: Cristo. El apóstol le pide arrepentimiento.
Esta es la etapa que corresponde a la Iglesia que nace impetuosa, la Iglesia apostólica.
2. La iglesia de Esmirna del Apocalipsis
Esmirna, ciudad antigua de la Costa Occidental de Asia menor era famosa por la ciencia, medicina y la majestad de sus edificaciones. (gr. Smúrna; explicada tradicionalmente como “mirra” [gr. múron], substancia usada en la antigüedad para cicatrizar las heridas y preservar de la corrupción; los eruditos dudan que éste sea su significado original; la tendencia actual es asociar su nombre con el de la diosa Samorna de Anatolia). Esmirna disputaba a Éfeso su posición como primera ciudad de Asia. Su importancia se debía en gran medida a la posición de su excelente puerto, que la convertía en un privilegiado centro comercial en la ruta directa que mantenía India y Persia con Roma. La gran variedad de monedas encontradas por los arqueólogos en la ciudad nos hace pensar que fue una ciudad rica y próspera.
La iglesia de Esmirna nos ha sido dejada como un ejemplo de fidelidad al Señor en medio de la persecución y el sufrimiento, y de hecho, a diferencia de las demás cartas que el Señor envió a las otras iglesias de Asia, sólo en el caso de Esmirna y Filadelfia no encontramos palabras de condenación para ellas. En el mensaje que recibió se ponen de relieve algunos contrastes: presenta al Señor como aquel que es el primero y el último, el que estuvo muerto, pero volvió a vivir; de los creyentes se dice que son pobres, pero en realidad son ricos; de sus perseguidores se dice que son judíos, pero en realidad no lo son, sino que son sinagoga de Satanás.
Esmirna, haría referencia al período de los mártires, de la Iglesia perseguida tenazmente por los paganos. La edad de las persecuciones, desde Nerón a Diocleciano [hasta Constantino]). Los “diez días de tribulación” significarían las diez persecuciones.
3. La iglesia de Pérgamo del Apocalipsis
Pérgamo era la capital de la provincia romana de Asia, por lo tanto, tenía una gran importancia desde el punto de vista administrativo. Algunos de sus reyes tuvieron la gran ambición de convertir a Pérgamo en una ciudad de la categoría de Atenas, y en gran medida lo consiguieron. Pérgamo era centro del culto al emperador y en época tan temprana como el año 29 a.C. ya contaba con un templo dedicado a Roma y a Augusto. A las afueras de la ciudad se encontraba un templo curativo consagrado a Asclepio, dios de la medicina.
Pérgamo significa libros y señalaría la Iglesia de los Doctores y de las herejías, hasta Carlomagno. Es la ciudad que, si no inventó el “pergamino”, por lo menos se hizo el emporio de su fabricación e industria, dándole su nombre. La Iglesia de Pérgamo sería el período de los herejes.
Lo primero que el Señor dice es que él sabía bien donde moraba esta iglesia. Era un lugar especialmente difícil para una iglesia, ya que allí estaba «el trono de Satanás», pero a pesar de sus dificultades, la iglesia en Pérgamo había guardado el nombre del Señor y no había negado su fe, aunque, no ejercían una sana disciplina en la iglesia, lo que les llevaba a aceptar aquello que el Señor aborrecía dejándose arrastrar por los criterios del mundo, por ciertas herejías.
De la iglesia en Pérgamo aprendemos que hay lugares en este mundo donde resulta especialmente difícil ser cristiano. Nos damos cuenta que sufrir por la causa de Cristo no valida automáticamente todo lo que hacemos o creemos. También vemos que el Señor reprende con dureza la amistad con el mundo. Aunque pueda parecer inocente, y pretendamos justificarla con la excusa de intentar atraer a los incrédulos al evangelio, esto siempre da malos resultados y es desaprobado por el Señor. Al final, en la mayoría de las ocasiones, los incrédulos no nos permiten hablar del evangelio y en cambio arrastran al cristiano a sus vicios. La iglesia no puede hacer concesiones al mundo. Y cada creyente debe tener cuidado en distinguir convenientemente entre lo que es un acercamiento a la cultura circundante y hacer componendas con ella.
4. La iglesia de Tiatira del Apocalipsis
De las siete ciudades a las que se dirige una carta, Tiatira era la más pequeña de todas (aunque se le dirige la carta más larga). Estaba construida en una zona llana, por lo que no había fortificaciones importantes ni tampoco una acrópolis. Su importancia fundamental radicaba en su posición estratégica que unía las rutas comerciales entre varias ciudades. Por lo tanto, Tiatira se distinguía por ser un gran centro comercial. De hecho, en ella se han encontrado inscripciones que mencionan numerosas corporaciones: de la lana, del lino, de fabricantes de ropa, tintoreros, talabarteros, curtidores, alfareros, panaderos, traficantes de esclavos, forjadores de bronce. Recordamos que Lidia, la vendedora de púrpura, había llegado a Filipos procedente de Tiatira (Hch 16,14).
Aunque había cosas en esa iglesia que habían progresado muy bien, sin embargo, había otras que desagradaban profundamente al Señor. La iglesia en Tiatira había permitido que personas malvadas dañaran la iglesia desde dentro.
Una de las personas principales de esta iglesia es llamada aquí Jezabel por el Señor Jesucristo, lo más probable es que ese no fuera su nombre real, sino que la intención del Señor es comparar a esta falsa profetisa con un conocido personaje del Antiguo Testamento. Que una mujer enseñara o ejerciera un ministerio en la iglesia ya era algo que el Señor desaprobaba, además ella misma se decía profetisa, aunque el Señor dice claramente que no lo era de verdad. Era una mujer incrédula y altamente peligrosa. Pero lo peor del caso es que en la iglesia le permitían enseñar. Nos explica cuáles eran sus métodos. Se nos dice que enseñaba y seducía a los siervos de Dios a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.
Podemos imaginar que los cristianos en Tiatira tendrían grandes dificultades para formar parte de las poderosas corporaciones comerciales de artesanos de la ciudad. Recordemos que ser miembro de esas organizaciones requería asistir a los banquetes organizados por las mismas, lo que implicaba participar de ciertos cultos paganos en honor a la deidad protectora del mismo y a comer después la carne que antes le había sido ofrecida. Además, esas comidas degeneraban frecuentemente en libertinaje sexual, lo que aún agravaba más el problema. Y parece que Jezabel estaba persuadiendo a los miembros de la iglesia a participar en ese tipo de celebraciones. Si fuera así, la iglesia en Tiatira habría sacrificado ciertos principios espirituales a cambio de obtener beneficios económicos y sociales, lo que finalmente habría llevado a la iglesia a la relajación moral.
Una vez que se ha señalado con claridad que «las obras de ella» (Ap,2,22) son diabólicas, se exhorta a los verdaderos creyentes para que se aparten de ellas. Un verdadero creyente no es el que hace concesiones al mundo y se adapta a él, sino aquel que se aparta y sigue fiel al Señor conforme a su voluntad revelada en su Palabra.
Tiatira también significa de la flaqueza vuelta a la fuerza, sería también históricamente la Iglesia del dominio, desde Carlomagno hasta el Emperador de la Contrarreforma, Carlos (V de Alemania y I de España).
Jezabel simboliza las herejías de la Edad Media, principalmente la intromisión del gobierno feudal en la Iglesia, y la intromisión de los hombres de Iglesia en la política.
5. La iglesia de Sardes o Sardis del Apocalipsis
Más de seiscientos años antes de que se escribiera esta carta, Sardis había sido la capital del reino de Lidia, siendo una de las mayores ciudades del mundo antiguo. Además, la estratégica posición que ocupaba le había convertido en una activa ciudad comercial. A lo que hay añadir las enormes cantidades de oro que se extraían del cercano río Pactolos. Su riqueza era proverbial, y desde los tiempos de Creso, su más famoso gobernante, se había acuñado la frase «tan rico como Creso». Sin embargo, en el momento de escribirse Apocalipsis, de aquella gloria del pasado sólo quedaba el recuerdo, ya que el estancamiento y la decadencia se habían apoderado de ella. El contraste entre lo que había sido y lo que era no podía ser mayor. Pareciera que la facilidad con la que Sardis podía enriquecerse era la razón de su debilidad.
En cuanto a su religión, en Sardis se daba culto a Artemisa, una diosa pagana asociada con la fertilidad y la caza. De su templo quedan algunas ruinas que nos permiten hacernos una idea de sus colosales dimensiones. A diferencia de otras iglesias de la zona, no había sufrido persecuciones como las de Esmirna o Pérgamo. Ellos eran un perfecto ejemplo de un cristianismo «inofensivo». Se habían acomodado al mundo y no tenían que pagar ningún precio por su fe en Jesucristo. Parece que no todo estaba completamente perdido. En aquella iglesia había algunos auténticos creyentes, pero aun éstos corrían el peligro de languidecer por completo en medio de ese ambiente asfixiante, debían acordarse», «tener en cuenta» o «recordar» lo que habían recibido y oído. Es decir, necesitaban volver a las verdades de la Palabra de Dios que habían escuchado y los había llevado a su conversión. Era imprescindible que «guardaran» en sus corazones y practicaran en sus vidas estas verdades.
La Iglesia Sardes correspondería al tiempo del Renacimiento, de la Reforma y de la disgregación de la Cristiandad; del estilo barroco y de la ciencia moderna; de la basílica de San Pedro, el Escorial y el Louvre; de Suárez y Descartes, que, según algunos autores, correspondería al periodo desde Carlos V hasta la Revolución Francesa.
6. La iglesia de Filadelfia del Apocalipsis
Filadelfia fue fundada en el 189 a.C. por el rey Eumenes II de Pérgamo en la ruta que unía Sardes con Colosas. Era conocida como «la puerta de oriente» por estar situada en la ruta principal del correo imperial desde Roma al Este.
La ciudad estaba ubicada encima de una placa tectónica que le llevó a sufrir continuos terremotos. En el año 17 d.C. Filadelfia fue destruida por completo a causa de uno de ellos, siendo reconstruida por Tiberio. Como resultado de esto, quienes sobrevivieron tenían miedo, y la mayoría vivían fuera de sus murallas y otros emigraron.
La ciudad cambió tres veces de nombre. Primeramente, se llamó Filadelfia, que en griego significa «el que ama a su hermano». Esto se debió a su fundador, Eumenes II, que de ese modo quiso honrar a su hermano Átalo II, cuya lealtad le hizo ganarse este epíteto. Más tarde, después del terremoto del año 17, cuando la ciudad fue destruida, Tiberio prestó una generosa ayuda para reconstruirla, y por eso recibió el nombre de Neocesarea en su honor. Y medio siglo más tarde, bajo Vespasiano, volvió a cambiar el nombre por el de Flavia.
Parece que la iglesia de Filadelfia era pequeña, y tal vez sus miembros pertenecían mayormente a las clases más pobres. Nada de esto sería de extrañar en una ciudad que constantemente sufría violentos terremotos. Sin embargo, reconocer la falta de recursos propios y confiar en el Señor y en su poder, es el requisito fundamental para que él abra la puerta de nuevas oportunidades. De los creyentes en Filadelfia el Señor Jesucristo dice que habían «guardado su palabra”. Es interesante recordar que la ciudad de Filadelfia había cambiado tres veces de nombre para dar honor a sus distintos benefactores, pero la iglesia se había mantenido fiel al nombre de Cristo.
Cristo exhorta a cada creyente a mantener firme lo que tiene frente a las tentaciones y atracciones del mundo. En realidad, lo que Dios nos ha dado ahora, si lo conservamos con fidelidad, es lo que constituye nuestra corona en el futuro.
Filadelfia precedería a la última iglesia, en la cual se consumará el misterio del mal con el Anticristo. Este período sería semejante al nuestro
6. La iglesia de Laodicea del Apocalipsis
Laodicea fue fundada por Antíoco II (261-245 a.C.), y llamada así en honor de su esposa Laodice.
Fue una próspera ciudad debido a su ubicación en la intersección de dos importantes rutas. En aquellos días era uno de los centros comerciales más ricos de Asia Menor, además de un famoso centro bancario. Tal era su riqueza, que cuando la ciudad fue destruida por un terremoto en el 60 a.C., sus habitantes fueron capaces de llevar a cabo su reconstrucción por sus propios medios, sin necesidad de apelar a la ayuda de Roma.
La ciudad era famosa por sus manufacturas de ropas confeccionadas con la lana negra de la región. También se enorgullecía de contar con una famosa escuela de medicina donde se llegó a producir un ungüento con propiedades para curar enfermedades de los oídos y un colirio para las enfermedades de la vista.
En la ciudad se levantaban muchas y preciosas mansiones, cuyas ruinas todavía son visibles. Y dada la riqueza de la ciudad, sus habitantes se caracterizaban por la búsqueda del placer, por eso, entre sus edificios había un gran estadio, un hipódromo, tres grandes teatros, baños termales y se celebraban famosas ferias de mercadería.
En cuanto a la iglesia en la época en la que Juan escribió el Apocalipsis, no se registra que sufriese algún tipo de persecución o tuviera herejías. Su problema era el orgullo y la ignorancia, provocados por su autosuficiencia y complacencia. Por esta razón recibió la condenación más severa de todas las que encontramos en estas siete cartas. La iglesia en Laodicea hacia enfermar al Señor. Su tibieza le resultaba insoportable.
La iglesia en Laodicea refleja una parte importante del cristianismo del siglo veintiuno. Aquí se describe una iglesia respetable, pero superficial y anémica. El neopaganismo con barniz de cristianismo, es apostasía larvada, es haber rechazado a Dios y lo sobrenatural, conservando el ropaje de la fe católica.