Juan Pablo II en Jasna Gora

El Santuario de Czestochowa

Juan Pablo II en Jasna Gora

El Santuario de Czestochowa

Os traemos hoy otro santuario, bellísimo y, cargado de significado para este año de Oración 2024.

En Polonia existen 670 santuarios dedicados a la Virgen María, 288 de las imágenes que éstos albergan son consideradas milagrosas. Sin embargo, hay uno cuyo nombre sobrepasa al de todos los otros por los portentos allí ocurridos: el de Czestochowa, en Jasna Gora (que significa Montaña Blanca o Montaña de Luz).

La imagen, según una piadosa tradición, habría sido pintada por el apóstol San Lucas y las maderas que la sostienen serían las mismas de la mesa de la Sagrada Familia en Nazaret. Según una leyenda, después de la crucifixión de Jesús, cuando la Virgen María se trasladó a la casa de San Juan, llevó consigo algunos artículos personales, entre ellos una mesa hecha por el mismo Redentor en el taller de San José. Se cuenta que, cuando las mujeres piadosas de Jerusalén le pidieron a San Lucas que hiciese una pintura de la Madre de Dios; fue la parte superior de esta mesa la que el Apóstol utilizó para pintar la imagen. Mientras aplicaba la pintura, San Lucas escuchó con atención como la Madre de Jesús hablaba de la vida de su Hijo; muchos de estos hechos fueron plasmados en su Evangelio. De Jerusalén, habría sido conducida a Constantinopla y posteriormente llevada hasta Polonia.

Según cuenta esta antigua tradición, la imagen permaneció en los alrededores de Jerusalén hasta que fue descubierta por Santa Elena, en el siglo cuarto. El cuadro, junto con otras reliquias, fue trasladado a la ciudad de Constantinopla, donde el hijo de Santa Elena, el Emperador Constantino el Grande, erigió una Iglesia para su entronización. La imagen de la Madre de Dios y el Niño fue honrada por el pueblo.

Cuando los Sarracenos invadieron la ciudad, los senadores y ciudadanos pasearon la preciada imagen en procesión por las calles. Los Sarracenos se llenaron de pánico y huyeron rápidamente.

Más tarde, durante el terrible reinado del Emperador Izauryn, quien rechazaba los objetos sagrados y había destruido muchos a fuego, la imagen fue salvada por su esposa, la Emperatriz Irene, quien demostró una gran astucia al esconder la imagen de la Virgen en el palacio del Emperador, lugar donde los enemigos de Nuestra Señora nunca pensarían en buscarla.

La imagen permaneció en Constantinopla durante quinientos años, hasta que se convirtió en objeto de diferentes dotes y así fue a parar a Rusia  a un lugar que más tarde se convirtió en la actual Polonia.

Cuando la imagen pasó a formar parte de las posesiones del príncipe polaco, San Ladislao, fue instalada en un lugar especial de su palacio en Belz. Poco tiempo después, cuando el castillo fue asediado por los tártaros, una flecha enemiga penetró en la Capilla por una ventana hasta el icono, causando un rasguño en la garganta de la Virgen María. La lesión permanece hasta el día de hoy, a pesar de los muchos intentos hechos a través de los años para repararla.

Las crónicas narran que San Ladislao decidió custodiar la imagen de las siguientes invasiones de los tártaros trasladándola a Opala, su ciudad natal, donde estaría más segura. Durante este viaje llegó hasta Czestochowa, lugar donde decidió pasar la noche. Durante esta breve pausa de su viaje, la imagen fue trasladada a Jasna Gora. Ahí fue colocada en una pequeña Iglesia de madera llamada La Asunción. A la mañana siguiente, después de haber colocado la imagen con sumo cuidado en el carruaje, los caballos se negaban a moverse. Aceptando esto como una señal del cielo de que la imagen había de permanecer en Czestochowa, San Ladislao hizo regresar la imagen solemnemente, a la Iglesia de la Asunción. Esto ocurrió el día 26 de agosto de 1382, día que aún se mantiene como fiesta de la imagen de Nuestra Señora. San Ladislao ordenó la construcción de una Iglesia y monasterio de los Padres Paulinos, quienes devotamente se han encargado del cuidado de la imagen durante los últimos seis siglos.

La imagen mide 1.22 por 0.82 metros y es hecha de tres tablas de tilo cubiertas por un tejido, y éste por leves capas de yeso. Es sobre este último que fue pintada la figura de Nuestra Señora, teniendo en su brazo al Niño Jesús. La Virgen María muestra una gran majestad y sus ojos parecen estar vueltos más hacia el observador puesto frente a Ella que hacia su Divino Hijo.

También llaman la atención en la imagen unas cicatrices que tiene en la parte derecha de su rostro. En 1430, ladrones husitas sacrílegos organizaron un asalto contra el santuario. Robaron lo que pudieron, asesinaron sacerdotes, quemaron la iglesia. Al no poder llevarse el sagrado icono, uno de los profanadores descargó dos golpes con su sable en el rostro de la imagen, cuyas marcas permanecen hasta hoy. La historia registra que resultaron inútiles los intentos de cubrir las marcas del sable que dañaron el santo rostro del ícono.

Llevado a la capital —Cracovia— el propio rey Wladyslaw Jagellón asumió los trabajos de su restauración, para lo cual contrató artistas de Rusia y, posteriormente, de la corte de los Habsburgo, en Austria. Como señal de reparación por el sacrilegio, el rey hizo coronar el ícono y lo revistió de un manto de plata.

Muchos reyes polacos después de su coronación se dirigían a Czestochowa para homenajear a la reina de Polonia y pedir­ su protección, ofreciéndole valiosos obsequios. Los milagros atribuidos a la intercesión de Nuestra Señora de Czestochowa son numerosos y espectaculares. La documentación de estos milagros y curaciones se encuentra preservada en los archivos de los Padres Paulinos en Jasna Gora.

La virgen negra fue muy venerada por el Papa S. Juan Pablo II, éste visitó varias veces su santuario. Convocó también en este lugar, una jornada de la juventud. S. Juan Pablo II hizo una visita a la Virgen de Czestochowa en el año 1979, pocos meses después de haber sido elegido Papa. También el Papa santo tenía una réplica de su querida Virgen de Czestochowa en el altar de su capilla privada donde cada día pasaba horas y horas en oración.

La Virgen de Czestochowa, herida en el cuello y en su rostro por sus enemigos, es una elocuente invitación a humillarnos y entregar nuestras vidas para reparar tantas injurias que se siguen cometiendo contra nuestra Madre Amadísima.

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