La Semana Santa de Valladolid es, por derecho propio, una de las principales exposiciones de imaginería religiosa y fervor público del mundo. Hace unos años, la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados instó al gobierno para que la Semana Santa de Valladolid fuese llevada ante la Unesco para ser declarada como patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.
A caballo entre lo religioso y lo puramente artístico, proporciona a los creyentes un motivo de reflexión, y a los demás la posibilidad, única, de ver las calles recorridas por unas imágenes que durante el año reposan en museos, iglesias y conventos, algunos de ellos de rigurosa clausura.
El periodo dorado de la Semana Santa vallisoletana fue el siglo XVIII. En ese momento las históricas Cofradías de la Vera-Cruz, Pasión, Angustias, Piedad y Nazarenos, eran las únicas protagonistas. Cofradías éstas que fueron fundadas a lo largo del S.XVI, incluso alguna lo fue en el S. XV. En el S.XVII, estas históricas penitenciales, se repartían los días, horas e itinerarios de las procesiones. Vera-Cruz y Pasión, procesionaban en la tarde del Jueves Santo, mientras que Angustias y Piedad lo hacían en la del Viernes Santo. Los Nazarenos lo hacían en la madrugada del Viernes Santo. Durante el S. XIX las Cofradías sufrieron un aletargamiento que las llevó casi a su desaparición.
La Semana Santa Vallisoletana, tal y como la conocemos hoy, corresponde a la iniciativa del arzobispo Gandásegui en 1923, quien impulsó la recuperación de los pasos, su restauración y la creación de nuevas Cofradías que los alumbrasen procesionalmente y les diesen culto. Actualmente la Semana Santa vallisoletana está formada por 20 cofradías, que desarrollan diferentes actos de culto a lo largo del año, y procesionan a sus imágenes titulares en los días comprendidos entre el viernes de Dolores y el Domingo de Resurrección.
Sólo en las últimas décadas los cambios han sido muchos y notables, y no por el hecho de la aparición de nuevas tallas, sino porque las costumbres han sufrido auténticas convulsiones. Entre los cambios producidos, el más apreciable tiene que ver con el crecimiento del número de cofrades, que han encontrado en esta extraordinaria muestra religiosa y cultural un motivo para llenar las calles de Valladolid durante toda la Semana Santa.
Las calles de Valladolid se transforman en museo viviente durante la tarde del Viernes Santo. La procesión de la Sagrada Pasión del Redentor acumula 33 pasos, en los que se recrean toda la Pasión de Cristo. 20 son las cofradías que participan en esta procesión, en las que se portan las mejores estatuas de la cultura castellana.
La quinta Angustia de Gregorio Fernández de la cofradía de la Piedad, tallada hacia el 1627 es uno de los pasos más representativos junto a Nuestro Padre Jesús Nazareno (S.XVII) o la escena del Descendimiento también de Gregorio Fernández que está conformado por siete figuras. De este autor también cabe destacar: el Cristo de la Luz, el Cristo Yacente, el Santo Sepulcro, Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Señor Atado a la Columna.
Decía Miguel Delibes: “En la Semana Santa castellana no tienen sitio la algarabía y la estridencia; y el espectáculo, el arte y el adorno ocupan en ella un lugar secundario. Lo importante de la Semana Santa vallisoletana es el silencio; un silencio espeso, sombrío y doliente que encubre y arropa una honda emoción popular.” “El ambiente es lo más digno de admirarse de nuestra Semana Santa. Todo se desliza en una penumbra que amansa los nervios, mientras que por encima de las cabezas sopla una racha de trágica paz. Es silencio, recogimiento, conciencia íntima y dolorosa del Gran Sacrificio.”
Y es que no es para menos, ya que esta celebración hay que verla, hay que dejarse empapar por ella y hay que vivirla, por una sencilla razón: es única.