María Magdalena o Santa María Magdalena, (en hebreo: מרים המגדלית; en griego antiguo: Μαρία ἡ Μαγδαληνή), nació en el año 22 a.C., en Magdala, localidad situada en la costa occidental del lago de Tiberíades y aldea cercana a Cafarnaúm, Judea. De allí su nombre: María Magdalena.
La Iglesia, tanto en Occidente como en Oriente, ha tenido siempre en gran consideración a Santa María Magdalena, la primera testigo y evangelista de la resurrección del Señor. María Magdalena es la mujer que fue fiel a Jesús hasta el final y que El escogió para ser testigo de la Resurrección ante los apóstoles
En la actualidad, cuando la Iglesia y la humanidad entera reflexionan sobre la dignidad de la mujer, la nueva Evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina, el ejemplo de Santa María Magdalena se nos presenta como un faro. Esta mujer, conocida como aquella que ha amado a Cristo y que fue muy amada por Cristo; llamada por San Gregorio Magno “testigo de la divina misericordia” y por Santo Tomás de Aquino “la apóstol de los apóstoles”, puede orientar en la actualidad como imagen de servicio a la sociedad y a la Iglesia.
Iglesia Santa María Magdalena
Se trata de una de las visitas más interesantes de Jerusalén, especialmente por la noche cuando sus cúpulas doradas iluminadas parecen flotar sobre los árboles oscuros que la rodean.
La Iglesia de Santa María Magdalena, se asoma a la colina del Monte de los Olivos y se encuentra muy cerca del Huerto de Getsemaní.
Es un punto muy llamativo del Monte de los Olivos y, sin embargo, uno de los lugares más desconocidos de Jerusalén. Esta iglesia fue construida en el siglo XIX por los hijos de la última zarina, María Alexandrovna , la mujer del zar Alejandro II, fallecida en 1880. Al año siguiente de su fallecimiento sus hijos visitaron al responsable de la misión en aquel tempo, el padre Antonin Kapustin, que les dio la idea de comprar esta tierra y construir una iglesia en honor a su madre y así lo hicieron.
La iglesia se terminó en 1888 y custodia los restos mortales de dos santas mártires de la Iglesia Ortodoxa Rusa. También, contiene algunas reliquias de Santa María Magdalena conservadas en una caja especial de madera
Tras una puerta metálica de color verde, una monja, de la Iglesia ortodoxa rusa, con hábito negro te permite entrar en el recinto y encuentras una gran escalera de piedra en cuyos lados se pueden ver unos árboles altos, rodeados de verdes arbustos de un color verde intenso y flores, muchas flores de varios colores. Este espectacular jardín en pleno Monte de los Olivos es el convento de Santa María Magdalena.
Subiendo las escaleras encontramos la fachada de un edificio del siglo XIX coronado con siete cúpulas doradas que reflejan el esplendor de la Ciudad Vieja de Jerusalén, elemento clásico de la arquitectura rusa.
La parte superior de las cuatro paredes principales está decorada con escenas de la vida de María Magdalena: siendo curada por Jesús, a los pies de la Cruz y la aparición de Jesús resucitado. La más grande, presidiendo la pared frontal, presenta un escenario totalmente diferente y desconocido: María Magdalena en presencia del emperador romano Tiberio, dando testimonio de la Resurrección de Jesús.
Tumba de María Magdalena
La Magdalena no solo recibe culto en distintas iglesias del cristianismo, sino que también ha sido objeto de teorías que se mueven entre lo probable, lo pseudocientífico y lo sensacionalista.
Entre tantas ideas y suposiciones sensacionalistas sin ninguna fundamentación, la imagen que pervive de María Magdalena la presenta como prostituta reformada y pecadora arrepentida. Esta noción, sin embargo, no está presente en la Biblia. Se trata de una construcción medieval que identifica a la figura femenina anónima que lava los pies de Jesús con lágrimas y los seca con sus cabellos, mencionada en el evangelio de Lucas, con María Magdalena.
La figura del pecador arrepentido cobra gran relevancia religiosa en Europa a partir del siglo XIII, sobre todo en el área de Italia, Francia y España y entre las órdenes mendicantes franciscanas. El mensaje de que es posible obtener la salvación a través de la penitencia encuentra en la persona de la Magdalena un ejemplo perfecto. A partir de este momento, la discípula se incorpora en el repertorio iconográfico del duelo y el lamento. Se transforma en una de las figuras preeminentes que acompaña a Cristo durante la crucifixión.
Aparte de las evidencias en los evangelios y de las reelaboraciones teológicas posteriores en torno a su figura, se cuenta con pocos datos sobre su vida en las fuentes escritas. Uno de los textos que aporta información es el Synaxarion de Constantinopla. Además de recoger los testimonios que dan los evangelios sobre su figura, también apunta que, tras la muerte y la ascensión de Jesús, María Magdalena se trasladó a Éfeso junto a Juan Bautista. Fue allí, en la ciudad de la costa mediterránea, donde se afirma que murió. Según el Synaxarion, su cuerpo se enterró en la entrada de la cueva de los Siete Durmientes.
Durante el reinado del emperador bizantino León VI (886-912), las reliquias de María Magdalena se trasladaron a Constantinopla y se depositaron en el monasterio de San Lázaro junto a los restos sacros del santo homónimo. Desde allí, algunos fragmentos del cuerpo de la santa llegaron a Inglaterra y los territorios germanos como parte de las dotes de algunas princesas bizantinas que contrajeron matrimonio. A partir de este momento, el culto de María Magdalena comenzó a ganar cierta importancia en Bizancio y acabaría por popularizarse durante las cruzadas.
Otras leyendas medievales sostienen que María Magdalena habría huido, junto a Lázaro, Marta y otros discípulos, hacia occidente europeo hasta llegar a Francia. Instalada en suelo franco, habría predicado las doctrinas de Cristo.
El cuerpo de María Magdalena no reposa en un único lugar, sino que sus restos se distribuyen entre varios centros religiosos, desde la cripta de Vézelay y el monasterio de Saint-Maximin hasta Magdala, la localidad de la que la Magdalena era oriunda.
En la primera mitad del siglo XI, el monasterio benedictino de Vézelay, en Borgoña, afirmó poseer las reliquias de la santa, que se expusieron públicamente para reverencia de los fieles. Muy pronto, comenzaron a producirse milagros y las peregrinaciones se multiplicaron. Éfeso era, entonces, un importante lugar de culto de la Magdalena, donde, en teoría, reposaban los restos de la santa.
Para justificar la presencia de las reliquias en Vézelay, los monjes benedictinos pusieron en circulación la historia de que Badilon, un monje, le habría arrebatado el cuerpo a los sarracenos en el año 749 y lo habría llevado hasta Borgoña, a la abadía de Vézelay, hoy basílica de Santa María Magdalena. En 1058, el papa Esteban IX declaró la autenticidad de las reliquias.
Dos siglos después, en 1279, los frailes dominicos de Saint-Maximin descubrían en la cripta de la iglesia el que parecía ser el verdadero cuerpo de María Magdalena. El príncipe Carlos de Anjou había ordenado realizar excavaciones en la cripta de la iglesia después de haber tenido una visión. Por si hubiese dudas sobre la identidad de la difunta, testimonios de la época como el inquisidor Bernard Gui afirmaron que el cuerpo iba acompañado por una etiqueta con el nombre de la santa. Actualmente, en la cripta de Saint-Maximin todavía puede verse el cráneo entero de la santa preservado en un recipiente de vidrio transparente.
Otros restos de la santa se encuentran distribuidos en muchos otros templos y capillas. San Juan de los Florentinos, en Roma, alberga fragmentos óseos del pie izquierdo, por ejemplo, mientras que otros centros afirman poseer mechones de pelo y dedos que se dicen de la Magdalena.