Las Misiones Franciscanas
Las misiones forman parte de la práctica evangelizadora de la religión cristiana, práctica que fue utilizada por la corona española para asentar y extender su presencia en los territorios americanos. Las misiones, también llamadas reducciones, constituyen una tipología de extensión y asentamiento en el territorio de la corona española en América durante los siglos XVII y XVIII. Era un elemento clave en la colonización basado en la implantación de un modelo de control urbano, social y cultural en el que, además de evangelizar a los indígenas, se realizaba una serie de actividades económicas. A diferencia de la fundación de ciudades como forma de implantación en el territorio, las misiones se localizaron en zonas limítrofes y, en su mayoría, alejadas de los centros urbanos. Fueron numerosas las órdenes religiosas que fundaron misiones – dominicos, franciscanos, jesuitas y capuchinos.
La Orden Franciscana en la Nueva España fue la primera y una de las más importantes órdenes que arribaron para adoctrinar, convertir, misionar, colonizar y enseñar a los indios. Su estancia se refleja en la arquitectura, en la educación, en las letras.
El sistema franciscano de educación en el siglo XVI distinguía tres tipos de institución: el patio, los aposentos y piezas, y la capilla. El patio estaba destinado a la instrucción de las masas; los aposentos y piezas se edificaban junto a la iglesia, a manera de internados para los hijos de los caciques, en donde se enseñaban además de la doctrina cristiana los oficios de sastrería, carpintería, pintura, lectura y escritura.
Misiones Franciscanas en California
Las misiones franciscanas jugaron un papel importante en el proceso de colonización de Alta California. Mientras duraron las misiones (1769-1833), los frailes, además de trabajar para difundir la fe, exploraron tierras fronterizas, las ocuparon y las defendieron, iniciaron a los indios en la agricultura, la ganadería y diversos oficios, etc. Y eso hizo que, consciente o inconscientemente, se convirtieran en los mejores servidores del Estado en aquellas tierras fronterizas.
El siglo XVII puede considerarse como un periodo de consolidación de la misión de los franciscanos. La frontera del Imperio español no paró de avanzar y las misiones continuaron extendiéndose junto con ella. Nuevo México, Baja California, Sonora, Coahuila, Nuevo León, por citar algunas, son regiones cuya evangelización se llevó a cabo en gran parte durante ese siglo.
El franciscano mallorquín Junípero Serra (1713-1784) estableció el sistema de misiones de California y fue el fundador directo de nueve de ellas. De esta forma, muchas de las grandes ciudades de California tienen su origen en Fray Junípero: San Francisco, San Diego, Monterrey o Santa Bárbara.
Algunos momentos cruciales de la época colonial en California fueron protagonizados por misioneros franciscanos vascos. Cuando se trazó la frontera entre Alta y Baja California en 1773, cuatro misioneros vascos participaron en la ceremonia: José Murguía, Juan Prestamero, Gregorio Amurrio y Fermín Lasuén. En la famosa travesía marítima que realizó en 1774 de San Blas a San Diego, Junípero Serra tuvo como ayudante a Pablo Mugartegui. Cuando el paquebote San Carlos de Juan Bautista de Ayala se convirtió en el primer buque europeo en navegar por el Golden Gate de San Francisco en 1775, Vicente de Santa María era el capellán de a bordo. El propio Murguía se encontraba en Monterrey al año siguiente, cuando llegó la expedición de Juan Bautista Anza con el grupo de colonos para el primer asentamiento de San Francisco. Cuando el capitán Vancouver visitó San Francisco en 1792, el fraile Martín Landaeta fue el encargado de darle la bienvenida. Y, más adelante, cuando los indios chumash se rebelaron en 1824, Vicente Sarria consiguió pacificar la situación. Lo cierto es que los frailes llegaron a California con intención de cristianizar a los “gentiles”, pero, una vez allí, se convirtieron en exploradores, etnógrafos, maestros de escuela, constructores de casas y agricultores.
De los 142 misioneros que sirvieron en las misiones de Alta California, los frailes de origen vasco forman el grupo más grande. En total, hubo treinta misioneros vascos. El alavés Fermín Lasuén fundó nueve de las veintiuna misiones franciscanas en California: Santa Bárbara, La Purísima Concepción, Santa Cruz, Nuestra Señora de la Soledad, San José, San Juan Bautista, San Miguel Arcángel, San Fernando Rey de España y San Luis Rey de Francia. Otra de las misiones, San Rafael Arcángel, fue fundada por el vizcaíno Vicente Sarria. Además, ambos frailes, Lasuén y Sarria, llegaron a ser presidentes de las misiones californianas.
Para la Iglesia y los misioneros, el objetivo principal era difundir la fe entre los gentiles, por lo que los frailes llegaron a aquellas tierras impulsados por el fervor religioso. Pero no tardaron en darse cuenta de que, para poder cristianizar a los indios, estos tenían que interiorizar los principios de la civilización europea. En lo que respecta al modo de vida, aquello suponía agruparse en poblados, vestirse, practicar la monogamia y vivir en casas de adobe o piedra; y en lo que respecta a la organización social, implicaba someterse a la autoridad y a las leyes españolas. En ese sentido, los frailes y los mandatarios civiles tenían los mismos intereses y, por lo tanto, las misiones se diseñaron para cristianizar a los indios, pero también para someterlos al modelo de civilización europeo y para controlar las fronteras.
Los frailes intentaron que las misiones fueran autosuficientes. Como creían firmemente en la integración de la fe con el trabajo, iniciaron a los indios en la agricultura, la ganadería, la construcción y varios oficios que les eran desconocidos. Los frailes consideraban que sin progreso material no podría haber un progreso espiritual, e intentaron compaginarlos en las misiones.
Las misiones se construyeron con vocación temporal. En teoría, al cumplir diez años, las misiones debían pasar a manos del clero seglar y las tierras se les debían retornar a sus dueños originales, los indios. Pero aquella ley se había inspirado en la experiencia vivida con los habitantes de México, América Central y Perú, y aquel plazo de diez años resultó insuficiente para Alta California. La forma de trabajar que se imponía en las misiones les resultaba totalmente ajena a los indios de Alta California que querían conservar su modo de vida. Además, los frailes se encontraron con otro inconveniente: la enemistad entre las tribus de indios.
Los misioneros debían servir al menos durante diez años, pero a algunos le resultó difícil aguantar tanto tiempo, por la aridez del territorio y por la severidad del modo de vida y tuvieron que regresar a la madre patria. Y es que la mayoría de los misioneros eran hombres corrientes en habilidad, fervor, preparación y virtud a los que les había tocado servir en un lugar y una época excepcionales.
En las misiones, los frailes solían contar con un par de soldados, o más, por si un grupo de indios había huido y debían ir en su busca. Además de eso, para proteger a los misioneros y a los indios de las misiones, así como para defender la frontera frente a los ataques de los indios de otras tribus y de los extranjeros, se construyeron múltiples presidios a lo largo del camino de San Agustín a San Francisco. En general, los misioneros consideraban que los presidios eran necesarios, pero, por el tipo de personas destinadas allí, surgieron grandes conflictos entre las autoridades religiosas y civiles. Los frailes se solían quejar de que enviaban desde México a gentes de la casta más baja, muchas veces recién salidos de la cárcel, lo que era un mal ejemplo para los indios, en opinión de los frailes.
No faltan alusiones al maltrato y a los castigos impuestos a los indios, tanto en los documentos de la época como en la abundante literatura sobre las misiones. Para los frailes, los indios eran como niños a los que había que “educar” en el cristianismo y el trabajo duro. Y, por ello, se consideraba necesario castigar a los indios, igual que se consideraba necesario castigar a los niños. De hecho, se sabe que en las misiones se utilizaban grilletes o cepos para castigar a los indios que desobedecían. Aunque el descenso de la población nativa en California no fue consecuencia de aquellos castigos, sino de la propagación de enfermedades. El mero interés impulsaba a los frailes y a las autoridades civiles a actuar con prudencia. Y lo cierto es que los indios eran el eje de toda la política colonial de España. El objetivo era poblar las nuevas colonias con habitantes nativos, no con habitantes de origen español; y, para ello, era necesario que los indios progresaran espiritual y materialmente. Las misiones pretendían preservar a los indios, en ningún caso pretendieron exterminarlos, como sucedió en la frontera anglo-americana. En las colonias inglesas, los únicos indios buenos eran los indios muertos. Sin embargo, en las colonias españolas, creían que merecía la pena enderezar a los indios, tanto para este mundo como para el más allá.
El sistema de misiones concebido por los frailes fue otra utopía que chocó con la realidad. Las misiones no fueron el oasis californiano que se podría y hay que desprenderse del baño de romanticismo para entender lo que fueron en realidad. Pero, para tener una perspectiva real, también se debe superar la falsedad de la leyenda negra que pesa sobre las misiones.